El MéToDo

Silencio. Buscar una excusa para contactarte. Encontrarla. ¡Eureka!. Contar cuánto tiempo falta. Contactarte. Respuesta fría. Maldita sea. Cabrearme por haberte contactado. Jurarme que la próxima vez que se me ocurra contactarte me acordaré de esta vez. Silencio. Buscar una excusa para contactarte. Encontrarla. ¡Eureka!. Contar cuánto tiempo falta. Contactarte. Respuesta cariñosa. Bien. Sigues ahí. Tristeza. Cómo puede ser que sigas ahí y que estemos tan lejos. Maldita sea. Cabrearme por haberte contactado. Jurarme que la próxima vez que se me ocurra contactarte me acordaré de esta vez.          S   i   l   e   n   c   i   o   .   .   .

Tiempo

Día 29.

No quise escribirte ayer. Todo el mundo decía que ayer hacía un mes y a mi me dio por pensar que Febrero es tan miserable que ni siquiera tiene 30 días.

En mis 30 años, 4 meses y 12 días, nunca había estado 29 días sin hablar contigo.

¡Qué crueles son los números redondos! No concibo que lleves tantos días muerto y que yo pueda seguir respirando.

A mi estas fechas me importan poco, creo que es mucho más cruel el tiempo, en toda su inmensidad: horas, minutos, segundos… la próxima primera buena noticia, que ya nunca será igual de buena.

Esto es un desierto sin ti. Me ofende la crueldad con la que el mundo sigue girando y no veo el final de este pánico absoluto. ¿Puedes imaginarte lo difícil que es vivir algo que tú no has vivido? Tú eras el que morías y los demás debemos vivir tu muerte, sin tu ayuda. No hay rocas a las que pueda amarrar mi barca, pero no me ahogo, sigo a flote y a la deriva, pero no me ahogo… ¿cuánto dura tu muerte? Tengo la sensación de que durará toda mi vida. Y, en parte, es bonito.

Reproduciendo desde tu biblioteca

Canciones que te gustan, 383, sin clasificar, porque le diste al corazón en algún momento para no perderles la pista, pero posponiendo la tarea de decidir a dónde van, en qué título caben, en qué etapa o con quién las bailaste. Porque querías tenerlas, pero no querías que te hiriesen. Un cajón de sastre con infinidad de recuerdos imposibles de clasificar, porque depende del día…

Le diste al corazón, en realidad, para marcar territorio, como el anciano amargado que arregla el jardín y la valla, para que nadie entre, especialmente los gatos, que se mearán allí donde en algún momento hubo fiestas de cumpleaños. Y vuelve a meterse en casa y cierra las persianas.

Una lista con un botón enorme en verde: ALEATORIO, lo pulso casi casi agachando la cabeza y encogiendo los hombros, como si pudiera prepararme por si viene algún golpe, pero con el convencimiento de que a los miedos se les mira de frente.

Suenan las primeras notas, subo el volumen y canto. Canto fuerte, muy fuerte… desde que no fumo mi espectro de agudos es muchísimo más amplio aunque Nat se muera de la risa cuando le cuento que sé que podría haber sido cantante. Siento como me sonríe el pecho, y me alegro de acordarme de la mayor parte de las letras, de los pies de bombo y de los solos de violín o de trompeta. Me alegro de que no estén clasificadas y entiendo, por fin, que algunos recuerdos no piden orden, sino un sitio en el que quedarse, da igual cuál.

‘que el fin del mundo nos pille bailando’… o cantando.

Reír, llorar y sentir

Me he encontrado con UNA MADRE gracias a la recomendación de Carmen, una luchadora incansable que, aunque es una de las mujeres más fuertes que conozco, sigue conservando la mirada humilde, agradecida con a la vida, y te comparte sus aprendizajes con una voz prudente, ilusionada, por el mero placer de compartir, que de eso se trata, ¿no?

La novela se presenta como una puertecita entreabierta, que cruzo curiosa para verme pronto en el salón familiar de Amalia, una mujer rocambolesca, de ideas inconexas, ingenua y atrevida, que hace que me desternille de la risa por lo absurdo de las situaciones.

Cuando ya estoy columpiándome cándidamente mientras me divierto con lo que veo (una especie de revista de variedades, a cual más cómica y surrealista) tropiezo con algunos tesoros que parecen escondidos adrede, para que pueda encontrarlos en el momento adecuado y que me atrapan como si en realidad estuviera en una enorme y compleja tela de araña.

Alejandro Palomas consigue que ría y llore como hacía tiempo, y que cierre la contraportada echando de menos a sus personajes, tal vez porque no era ni un salón ajeno ni una tela de araña, sino un patio lleno de flores y de amor incondicional. Porque de una forma u otra he reconocido algunos gestos como propios; de los que una tiene con los suyos y viceversa. Y porque son precisamente estos paralelismos, que encuentro en páginas ajenas, los que me reconfortan, y me recuerdan el gusto que da saber leer a los que tienes cerca y que te lean a ti; y porque CASA no es un lugar, sino esas personas que no dejan de creer en ti aunque tú ya no sepas ni cómo te llamas.

Y qué gusto da tropezar con estas joyas, que pasarán a formar parte de la caja fuerte que llevaré a todos mis hogares porque no pesa, ni tiene código secreto, ni está incrustada en ninguna pared:

‘Y es que algunas veces pasan cosas que impactan sobre nosotros de tal modo que en un principio importan solo en sí mismas, porque tienen tanta carga y tanta dimensión humana que el cerebro solo es capaz de entenderlas como un conjunto cerrado. Luego el tiempo se encarga de mostrarnos que, a pesar de lo brutal del impacto, lo que realmente importa no es tanto el golpe como su onda expansiva, la misma que coloca las fichas sobre el tablero de la vida y cambia un paisaje que hasta entonces creíamos inalterable’

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Cuando abra el paracaídas

Hace más de 5 años que no comparto lo que escribo. En este tiempo me he llenado de miedos, prejuicios y vergüenzas;  y he vuelto a vaciarme, para volver a afrontar una pantalla en blanco.

Compartir me ha hecho vulnerable muchas veces, pero también me ha hecho alcanzar la euforia mayúscula cuando lo que compartes y lo que tomas es básicamente lo mismo. Y te sientes menos sola. Y más fuerte. Y crees que podrás comerte la vida de nuevo, aunque te queden menos dientes.

Hoy me ha llegado uno de los libros de @Defreds, que me sonroja, porque naturaliza cosas tan íntimas y tan mías, que leerlas en un papel ajeno, con una tipografía que no he escogido, lejos de hacerme sentir débil (porque airea mis entrañas), hace que todo sea más relativo, más pequeño, más gestionable.

Dar con palabras que me miran es el regalo del que más disfruto, aunque a veces esas palabras me obliguen a agachar la cabeza y cuestionar las que yo escribo, o digo, o siento.

Abro el paracaídas, y a saltar… sé que me dolerá la tripa y apenas podré gritar, pero también sé que aterrizaré en tierra firme y las vistas durante el viaje habrán sido la leche. Feliz salto al vacío!

 Captura

Cuando abras el paracaídas, José A. Gómez Iglesias

Pidamos más al 2013

 

Nestlé nos desea feliz año nuevo bajo el lema: NO HEMOS QUERIDO PEDIRLE NADA AL AÑO QUE VIENE. PREFERIMOS QUEDARNOS CON LO BUENO DEL AÑO QUE SE VA’.

La carne es débil, sí, y estas campañas navideñas consiguen enternecer nuestra visión del mundo, pero  ¿debemos quedarnos con lo bueno del año que se va? Yo prefiero seguir pidiendo y ambicionando un futuro mejor.

No nos engañemos, el año que se va ha sido uno de los peores de nuestra historia individual y colectiva. Vivimos en un país en el que, salvo en algunas excepciones, el capital humano vale tanto como una patata y las grandes empresas invierten en campañas de comunicación interna que no tendrán ningún efecto positivo mientras no entiendan, de una vez, que las personas son lo más importante.

Invertir en formación, promoción y motivación; crear estructuras flexibles que permitan el crecimiento personal y profesional de los trabajadores será la clave para salir de este marronazo. Hay que exprimir y estimular al trabajador, ayudándole a que saque lo mejor de sí mismo en lugar de invitarle a que aprenda el arte y oficio del escaqueo, incrustado en nuestra sociedad.

Quedarse con lo bueno del año pasado y no pedir nada al nuevo año es lo mismo que asumir que ‘somos así’ y que estamos dispuestos a que nos echen el aliento en la nuca.

Ya es suficiente. Pidamos más al 2013, planteémonos nuevos retos y trabajemos para alcanzarlos. Eso es lo que yo le pido al año nuevo: motivación, metas y desarrollo personal.