El pasado sábado estuvimos viendo a Sílvia Pérez Cruz en su gira de presentación del disco 11 de Novembre, en el Palau de Congressos de Tarragona.
La primera vez que la vi, en verano de 2008, era la cantante y líder de Las Migas, cuatro virtuosas jovencísimas que versionaban música popular. Fue una noche mágica, la Catedral irradiaba esa serenidad y majestuosidad que tanto nos atrae a los tarraconenses. Cuando sonó María la Portuguesa no pude contener la emoción, el tema ya me había abrumado meses antes, en La Carbonería, Sevilla. Sin embargo Sílvia Pérez me rompió por dentro, esa voz, la falta de esfuerzo para sacarla de dentro y un acordeón. Sencillamente genial.
Hoy quería dedicarle un post a mi padre, a quien yo llamo Aita ya que es Portugalujo y de quien, desde hace más de 28 años, y aunque él se empeña en ‘desheredarme’, heredo gran parte de quien soy. A él le debo mi pasión por la música y por el arte, entre una infinidad de otras cosas. Me gusta ser su cómplice, y a pesar de que casi le alcanzo en altura, me sigue pareciendo el hombre más grande que conozco.
Una de sus canciones favoritas es Alfonsina y el Mar, es una canción que fue importante en un momento de su vida, y, por extensión, siempre me ha fascinado. Buscando una versión para ilustrar mi post he encontrado este vídeo que me ha parecido ineludible. Personalmente, me encanta la versión de Calamaro, pero el vídeo de Sílvia Pérez parecía formar parte del destino.